jueves, 11 de noviembre de 2010

Capítulo 7: Perdido

Cuando abrí los ojos un montón de niños me rodeaban, me tocaban con palos y se reían. Y allí estaba yo, tirado en la calzada, en un barrio de malamuerte rodeado de proyectos de psicópatas cuya diversión era yo. Me levanté como pude, pararon las risas, la pierna me sangraba y me retorcí de dolor. Pero siguieron allí, mirándome como si fuera un animal. De pronto se oyó un grito y todos salieron corriendo. Salí corriendo, todo lo que la herida de mi pierna me permitió, que no fue mucho. Busqué un taxi, mi herida tenía muy mala pinta, de hecho la peor pinta que había visto nunca...
Recorrí la calle moribundo, pensando que iba a desplomarme de nuevo en cualquier momento, hasta que al final un buen hombre paró el coche y, sacándome de ese tugurio, me llevó a un hospital.
No supe como explicarle a nadie que había pasado, todo estaba oscuro y era demasiado difícil de explicar. Sólo recuerdo despertar en una sala que tenía muchas camillas, y en el ambiente, como un cántico macabro, un montón de sollozos pertenecientes a otros pacientes sonaban al unísono. Llamé a una enfermera que estaba regulando el goteo de la camilla de al lado. Era muy bonita, su piel era blanca aterciopelada, y de la cofia que le sujetaba el pelo caían dos mechones negros que le enmarcaban la cara. Si no hubiese sido por el tremendo dolor que tenía en la pierna y el lugar donde me encontraba, hubiese dicho que era una fantasía hecha realidad. Le dije que necesitaba irme de allí y que por dios bendito me diera algo para el dolor. Me respondió que enseguida llamaría al médico y antes de una hora ya estaba cruzando la puerta del hospital buscando un taxi que me llevara a casa.
Llegué a casa, la herida aún tenía mala pinta, pero estaba demasiado cansado como para hacer nada. Cogí una botella de whisky del aparador y me tiré en el sofá. No entendía como mi vida se había ido al traste en tampoco tiempo… Hice recapitulación de todo lo que había pasado: la desaparición de Dave, el grupo de gente armado en el almacén, el hecho de que María no quisiera que investigase nada, que n las buscase… y ese maldito resplandor en el coche. ¿Sería la caja que había visto?, imposible, la que vi medía cerca de un metro… entonces ¿que sería? ¿Con quién se habría marchado María? ¿Qué era lo que tanto brillaba? ¿Qué escondía? ¿Qué no quería que descubriese? ¿Dónde coño estaría Dave? Demasiadas preguntas, demasiados silencios, y demasiado alcohol en mi cuerpo como para pensar de una manera clara…
Al día me despertó el sonido del teléfono. Me levanté como buenamente pude, contesté con voz de resacoso
-¿Sí?
-El señor Suárez.
-Sí.
-Le llamo desde la OPAOC, no sabría cómo decirle esto pero… no hace falta que venga a trabajar.
-¿Cómo?
-Está despedido.
-¿Pero, por qué?
-Pi pi pi. – Esa fue la única respuesta que recibí. Volví a llamar y nadie me lo cogió. Otro problema más sumado a mi lista de preocupaciones. ¡Estupendo!
No obstante decidí volver esa noche a la obra y hablar cara a cara con el encargado. Quería una explicación, qué menos. Así que me duché, recogí esa leonera a la que llamo casa y tiré para allá con mis muletas. Había un nuevo vigilante en la garita, nunca lo había visto antes. Me acerqué y le pregunté por el encarado. Me dijo que no estaba, que no había aparecido por allí desde hace días, pero que si quería me podía dar el número de teléfono de los que llevaban el papeleo del personal. Cogí un papel con el número que me dio, le di las gracias y me fui a un bar cercano a tomar unas copas para celebrar mi nueva situación. Me tomé una copa (un whisky doble sin hielo). Estaba sentado en la barra, solo mientras los demás parecían divertirse entre alcohol, humo y risas. Estuve allí hasta que el camarero decidió no servirme más whisky (que tipo más maleducado, para que luego digan que el cliente siempre lleva la razón). Así que me fui a casa dando un paseo, esperando que se me ocurriese una maravillosa idea que resolviese la situación. Bueno, eso hubiese querido yo, pero entre la cogorza que llevaba encima y que aún no tenía pleno control con las muletas, decidí que lo más sensato sería coger un taxi; aunque mi economía se estaba resitiendo mucho entre la cantidad de taxis que había cogído esa semana y las copas de más que había tomado... Pero eso es otro tema.
Abrí la puerta del apartamento y vi una foto mía sujeta con una navaja en la pared que quedaba justo en frente. No habían forzado la cerradura, no había signos de violencia, todo estaba en su sitio… Sólo había una cosa clara: sabían quién era y venían a por mí.

jueves, 21 de octubre de 2010

Capítulo 6: La ira

Al día siguiente todo aquello parecía muy lejano, parecía que llevase días sin dormir dándole vueltas a todo lo que había ocurrido. Cogí un trozo de pan de aquella mesa, seguía intacta, preparada para la cena que nunca tomamos. María se había ido indignada por mi reacción ante su vulnerabilidad por todo lo que estaba ocurriendo. La única noticia que tuvo de Dave fue una breve llamada en la que le pedía encarecidamente que confiase en él y sacase a su hija de aquel campamento. Ella lo hizo especialmente porque la policía ya la había llamado para que declarase el paradero de Dave y le habían contado lo ocurrido la otra noche en el solar.

Me di una ducha fría para intentar organizar todo lo que estaba pasando por mi mente: la desaparición de Dave, aquellos hombres, el incendio. ¿Por qué me habría mentido y en cambio a María le había hecho esa llamada tan explicita? ¿Acaso las cosas había empeorado? No tenía claro cómo ayudarle pero necesitaba hacer algo porque si no me volvería loco. Llamé al móvil de Dave sin obtener respuesta, así que llamé a María para aclarar lo que había pasado la noche anterior y en un intento de que entre los dos llegásemos a algún punto que pudiese tener salidas. Me colgó casi de inmediato, prácticamente ni me oyó. Tres minutos después sonó el teléfono. Parecía haber cambiado de opinión y también de estado de ánimo, aunque no tuve claro hacia dónde, sólo la noté extraña. Accedió a que no viésemos en un callejón de los viejos almacenes del barrio árabe.

Llegué pronto, no quería hacerla esperar y darle la posibilidad de marcharse. El día estaba cayendo, los pocos comercios que aún se mantenían activos comenzaban a cerrar ventanas y echar pestillos, candados y rejas. Las últimas personas que querían abandonar la zona hacían cola en la parada de un autobús que hacia su parada obligatoria lo más rápidamente posible para evitar posibles conflictos no muy limpios.

La vi llegar a lo lejos, su silueta se marcaba entre la claridad que aún alumbrada la calle. Su paso ya no era firme ni mucho menos seguro, conforme se fue acercando a mí vi que llevaba la cabeza cubierta con un pañuelo y unas gafas de sol de no muy buena calidad. Cuando estuvo enfrente descubrí a una mujer temerosa, su mirada inquieta no dejaba de repasar todo lo que nos rodeaba y cada mínimo ruido la estremecía. No fue capaz de parar su mirada en la mía pero pude notar su terror. Cuando me acerqué en busca de un mínimo contacto para tranquilizarla, o para tranquilizarme a mi, retiró con brusquedad el brazo en un cruce de rencor y dolor. No me planteé en ese momento que nada tuviesen que ver esos sentimientos con lo ocurrido la noche anterior, nunca estuve muy puesto en lo que a emociones se refiere.

-María…yo no quise…-no sabía que debía decir para no enfrentarme a su ira- quiero decir, siento mucho lo que ocurrió anoche…yo no supe…

-¿De qué hablas? ¿Crees que acaso me importa que en tu insignificante vida anoche te emborracharas y quisieses algo que sabes que no va a suceder nunca? ¿Crees que me importa una mierda lo que pasó anoche? Ni siquiera sé por qué fui a tu casa- su ira no fue aplacable y aunque esperaba algún reproche o insulto más creo que no disponía de más fuerza que aquella que estaba gastando conmigo en aquel callejón.

-María…yo no quise decir…- intenté hablar con ella aunque su interés no parecía estar precisamente en mí sino más bien en algo que por sus gestos y miradas aparecería por la entrada del callejón.

-Mira Chad, voy a ser clara y muy breve, olvídate de mí y de mi hija, no vuelvas a llamarme ni a intentar contactar más conmigo; simplemente búscate otro subnormal que te encuentre curro e intenta no destrozarle la vida esta vez. Si quieres algo habla con ellos y dales lo que narices anden buscando. Si Dave se pone en contacto contigo dile que solucione esto de una maldita vez y que no aparezca más por nuestras vidas.

Cogió aire con gran dificultad, como si el discurso que acababa de soltarme lo hubiese repetido varias veces en su cabeza para no olvidar nada, la ira que desprendía no parecía ensayada.

Tras la bocanada de aire se dio media vuelta como pudo y comenzó a caminar tan rápido como los vaivenes de unos tacones de aguja que no parecían aguantar el peso de su cuerpo podían.

Todo ocurrió en segundos, no pude procesar lo que ocurría. Di un par de zancadas para alcanzarla, al agarrarla cayó al suelo y sus gafas de sol acabaron unos metros más adelante. Cuando giró la cara para gritarme olvidó por qué llevaba aquellas gafas cuando la oscuridad ya nos inundaba y sólo una farola parpadeante iluminaba desde la esquina. Lo hinchado de sus ojos y el color rojizo que se expandía en su pómulo hablaban por sí mismos. Intentó levantarse cuando vio mi cara de perplejidad y salió de nuevo corriendo. En ese instante un coche color plata frenó bruscamente en la calle principal a nuestra altura. María no parpadeó ni echó la vista atrás, corrió hacia el vehículo que en ese momento abría la puerta trasera invitándola a entrar. Corrí con todas mis fuerzas, aun no tengo claro por qué lo hice. Sonó el portazo mientras la ventanilla delantera descendía levemente para dejar entrever algo que brillaba sobre todo lo que allí había. Lo siguiente que puedo recordar es el dolor agudo y cálido atravesando mi muslo…

viernes, 19 de marzo de 2010

Capítulo 5: Jacky

Con toda la confusión que me quedó después de la charla con Carrascales estaba desganado.
Me fui al piso y me puse a darle vueltas. Todo lo que rondaba mi cabeza era delirante, paranoide y desmesurado. ¿Estaría Dave metido en un lio? En el caso afirmativo, ¿cómo es que no me había enterado de nada?
Mientras pensaba, ante mí desnuda, estaba ella. Jacky se levantaba repetidamente, arriba y abajo, dándome con sus curvas en mis labios.
Pero tenía que encontrar alguna lógica al asunto. ¿Estaría dando un paseo y le ocurriría algún accidente? No tenía sentido porque sus indicaciones fueron muy concisas y cercanas en el tiempo ¿Lo habían secuestrado unos simples matones para pedir un rescate? En estos tiempos la idea no es descabellada, pero sí en esta ciudad. Es demasiado tranquila como para la existencia de mafias organizadas que trabajen a simple vista. Era evidente que si alguna estuviese trabajando en la ciudad puede que fuese tan silenciosa que no nos percatásemos de sus actos, crímenes, movimientos,…
Jacky continuaba moviéndose sinuosamente, aunque cada vez la notaba menos ella. Mis labios, demasiado secos para esperar más, pedían más sentido a la noche, más jugo de Jacky. Me lenvanté y agarré la la botella de Jack Daniel’s. Entre amigos yo la llamaba Jacky.
Finalmente acabé borracho en el sofá, con Jacky muerta por el suelo, la televisión de fondo y mis sonidos guturales a la comparsa. Decían mis novias que nunca fui lo suficientemente hombre ni para roncar.
Me sobresaltó el porterillo. Fui a ver, tras abrir la puerta a alguien de rostro familiar y reaccioné de la borrachera, como un tortazo en una fría mañana, al oír los sollozos de Megan acercándose por el pasillo. Yo estaba esperándola en la puerta con la famosa frase preparada en la lengua:
-¿Qué te ocurre? ¿estás bien?
Intentó segundos antes disimular, haciéndose la dura como siempre hacía. Un orgullo que siempre me hacía rabiar, pero a la vez, un atributo tan impregnado en ella que seguramente no sería la Megan que conocía.
-Si Chad, estoy bien, ya lo sabes. El problema de las lentillas, que no me acostumbro a llevarlas.
Dijo mientras se guardaba las gafas en el bolsillo disimuladamente.
-Entra Megan, entra. Dame el bolso y el abrigo. ¿Vienes en metro, en tranvía o en autobús?
Me miró como miran los dueños a sus perros, casi con desprecio. No sabía por qué lo preguntaba cuando ya sabía de sobra la respuesta. Pero fue como si quisiera escucharla y ver su reacción. Me encantaba chincharla.
-Sabes que teniendo mi Focus,…. No voy a pagar transporte público y seguro tontamente. ¿Crees que tengo ganas de aguantar a la gente que coge ahora el metro? Con sus olores, pintas, miradas…
-Todas husmeándote y desnudándote con la mirada-interrumpí-y eso te encanta, ¿me equivoco?
Me miró como miran los policías a los cacos capturados: poder, rabia y pena.
Megan era una mujer…mujer. Tenía un pelo lacio oscuro con algunas mechas rubias. Era la típica mujer con espíritu jovenzuelo, pero no nada típica. Sus ojos eran azules verdosos, tenía una figura característica de una deportista. Solía llevar tacones y vestir de chaqueta excepto cuando trabajaba que llevaba deportivas y vestía de sport.

Llegaba a ser cruel, borde, cortante y antipática, pero era la mujer de mi amigo Dave y tenía que tragar con lo que fuese. Ella le hacía feliz a él, y con eso me conformaba. Saqué un par de copas de la despensa y abrí un Rioja. Emplaté el pescado precocinado del microondas y aparecí por el arco de la puerta de la cocina con un sonoro Voi-lá. No pensaba cenar pero tampoco intuía que ella estuviera de paso. Tenía que dejar de comportarme como un crío cuando ella estaba realmente desmoronada.
Megan se quitó la bufanda que rodeaba su delicado cuello. Se acomodó en el sofá, cruzó las piernas, miró a su alrededor y me lazó una mirada como si esperase algo de mí. Yo me senté en el lado opuesto, un poco apartado, del sofá. Tendí los cubremanteles, un par de servilletas improvisadas, cubiertos y las copas.
Ella seguía mirándome en silencio. Esperaba una gota que colmara su vaso de angustia. Se le podía ver en los ojos, en la forma de preguntarme por Dave, su trabajo, lo que hablé con Carrascales,… Le conté todo lo que sabía, y aun así necesitaba algo.
Fue entonces cuando me levanté del otro extremo del sofá y le di un abrazo. Normalmente hubiese recibido por respuesta una tajante frase borde cuestionando mi virilidad, mi sobriedad o ambas cosas. Sin embargo, sentí cómo muy lentamente fue apretándome con sus brazos. Noté cómo en el silencio unos tímidos sollozos rompían tantos años de hostilidad. Noté cómo su cuerpo necesitaba el contacto de un profundo abrazo que quizás tanto ella como su matrimonio habían olvidado ya.
El cercano abrazo se terminó, y nos encontrábamos el uno frente al otro. Sin decirnos nada, tensos, nos miramos tímidamente. Solo duró un segundo, tan corto en el mundo real, pero tan largo en mi mente.
Sin pensarlo le lancé un beso. Acto seguido vino la torta. Los encantos de Jacky me habían vuelto a jugar una mala pasada. Megan, aquel pedazo de rubia que me acababa de rechazar, no era una mujer cualquiera. Era la ex-mujer de mi mejor amigo.

lunes, 22 de febrero de 2010

Capítulo 4: El Incendio

El pitido de la señal del teléfono producía un extraño hueco en mi cabeza. Nadie contestaba, yo miraba impaciente el reloj, no era capaz ni de recordar la hora.

-Hospital San Cristóbal, habitación 208, dígame.

-Hola, ¿me podría poner con Dave Dylan, por favor?

-Lo siento, pero en esta habitación no se encuentra ningún paciente.

-Ah… ¿Sabe hace cuánto tiempo salieron de ahí?

-Me temo que esa información no puedo dársela, señor…

-Chad, mi nombre es Chad.

-Lo único que puedo hacer es avisar de su llamada al señor Dave si vuelve por aquí.

-Vale, muchas gracias.

-De nada, adiós.

Colgué el teléfono sin esperanza alguna de que Dave supiera algo de mi llamada. Todo se me volvía oscuro a mi alrededor. No sabía qué hacer ni a dónde ir, tampoco me quería quedar allí. Temía que volvieran a la casa, pero…¿y si volvía Dave?¿y si no lo hacía? ¿por qué me diría que estaba en el hospital y allí no se encontraba? Decidí irme a mi casa, supuse que en cuanto llegara Dave no dudaría en acudir a mí.

Cuando llegué me tomé dos tilas y, tras una hora dando vueltas en la cama, conseguí dormirme.

Me desperté sudando, había soñado que la hija de Dave había sido secuestrada por los tíos de las obras del centro comercial, y Dave… Dave seguía sin llamar. Miré el reloj, eran las 9:00, tan sólo había dormido una hora.

Marqué su número, pero nadie respondió. Telefoneé de nuevo al hospital. Nada.

Busqué en la agenda el número de teléfono de Megan, la ex mujer de Dave. Pude hablar con ella y me dijo que su hija estaba de campamento y que esa mañana había hablado con ella y se encontraba bien. Me preguntó si ocurría algo, pero no le dije nada, no quería preocuparla. Sé que no se quedó convencida, pero ni yo sabría explicarle qué pasaba.

Tenía que acercarme, no podía estar más tiempo sin saber qué había pasado la noche anterior. Mi pulso se aceleraba conforme me acercaba al trabajo. Había un extraño olor. La obra estaba rodeada de policías y camiones de bomberos. De las obras sólo quedaban restos quemados.

Todos se giraron hacia mí, me miraban, me observaban como si yo supiera algo. Un policía me preguntó si yo era Charles Sullivan, le respondí que sí y me invitó a entrar dentro del coche.

-Hola Charles, soy el inspector Carrascales. Como ves, esta noche se ha producido un incendio. –Tenía un aspecto agresivo, y su espalda parecía fornida tras machacarse con las pesas del patio de Guantánamo. Tenía la voz ronca y su expresión era dura, sus ojos cansados reflejaban las noches solitarias que pasaba en el bar de carretera mirando a las bailarinas, mientras en una mano sostenía su tabaco negro y en la otra su copa de aguardiente.

-Emmm… sí.

-Y si no estoy mal informado, tú trabajas aquí.

-Sss…sí, soy… vigilante.

-No estés nervioso Charles, sólo te estoy haciendo unas preguntas rutinarias, ya se las he hecho al resto de compañeros que han venido esta mañana a trabajar. Pero…-se acercó a mí hasta que pude sentir su aliento en mi nariz, apestaba a tabaco- hemos notado una anormalidad. Al parecer, tú estabas esta noche trabajando aquí, y si no estoy mal informado, en el turno de un tal… Dave.

-Si…bueno, es que yo… bueno, él tenía a su hija ingresada y… me pidió el cambio de turno...

-No des rodeos, Charles, dime la verdad, tu amiguito lleva desaparecido dos días, no hay ninguna hija ingresada y hemos encontrado su ficha y tu móvil en los restos de la obra.- Pude sentir cómo su mano apretaba mi pierna mientras yo intentaba asimilar todos los hechos.- Quiero que me digas dónde se encuentra y por qué tú trabajaste en su turno.

En ese momento nos interrumpió otro policía, le dijo algo al oído y salió rápido del coche. El inspector de detuvo y me sacó bruscamente de ahí y al oído me dijo: -No creas que saldréis con la vuestra, Charles. Aquí tienes tu móvil, la ficha de tu amigo me la quedo yo. Ahora vete. No quiero ver más ratas por aquí.

miércoles, 20 de enero de 2010

Capítulo 3: Desorden

Descolgué el teléfono y con mis temblorosos dedos marqué el número de la policía. Cuando por fin sonó la voz a través del auricular me di cuenta de que todo parecía volverse borroso y que una fuerte presión en mi pecho no me dejaba articular palabras con fluidez, por ello un camarero se ofreció a traducir mis balbuceos a la policía hasta que consiguió dar la dirección correcta del lugar donde habían ocurrido los hechos y mis datos identificativos.

Después de colgar el teléfono, el amable camarero me acompañó a una silla donde, tras ofrecerme un vaso de agua, me puso sus manos sobre mis hombros y me dijo:

- Hola, me llamo David. Tranquilícese, la policía llegará en un momento.- En ese momento sentí el impulso de tocar el bolsillo de mi pantalón y corroboré mi mayor sospecha: estaba vacío, no estaban ni la ficha de Dave ni mi teléfono móvil; debió caerse mientras huía.

Quince largos minutos más tarde llegaron al restaurante dos agentes de la policía, un chico y una chica, ninguno de ellos aparentaba más de veinticinco años. Al cruzar la puerta David se acercó a los agentes para indicarles dónde me encontraba. La agente inmediatamente se apresuró a mi silla mientras que su compañero se quedó junto al camarero para hacerle algunas preguntas.

- Buenas noches, soy la agente Serena Murria. Nos han informado que ha sido usted quien ha realizado la llamada para denunciar la presencia de unos hombres armados en las obras del futuro centro comercial de la avenida, ¿Es correcto?- dijo clavando sus ojos marrones sobre mí con expresión de incredibilidad.

- Sí, he sido yo, aunque con ayuda de aquel camarero.- contesté mientras señalaba a David.

- ¿Y exactamente puede describir que ha visto usted?

- Pues vi que no funcionaba un monitor, decidí acercarme a la zona para asegurarme que todo estaba bien y me encontré con unos hombres armados que se encontraban reunidos rodeando una especie de caja metálica…. escucharon el timbre de mi móvil y yo decidí salir corriendo cuando vi que se aproximaban a mi escondite, y logré escapar de allí.- dije tartamudeando, ya que aún no me había repuesto.

- ¿Te siguieron? – preguntó la agente Murray.

- No lo sé….en cuanto salí de la obra los perdí de vista, aunque seguí corriendo-intenté recordar pero nuevamente sentí la falta de aliento y gotas de sudor frío recorrían mi frente.

- Un grupo de agentes ha sido enviado al lugar de los hechos, pero al parecer no han encontrado a nadie- al posar los ojos sobre mí y ver la expresión de horror de desvelaba mi cara, continuó diciendo…

- No debe usted preocuparse, seguiremos investigando. Ahora, si a usted le parece bien, le acompañaremos a su casa para que descanse y mañana le llamaremos para que se pase por comisaría a declarar.

- Me parece bien.

Cuando llegué a casa me invadió el horror, no podía parar de pensar en la desaparición de mi móvil y la ficha de Dave. Todo lo que había visto esa noche…. ¿Quiénes podrían ser? ¿Por qué escogieron una obra que se encuentra en una calle tan transitada? ¿Qué podía contener la caja metálica que protegían con armas?

Intenté calmarme con una ducha, como si un poco de agua caliente pudiera despejarme la cabeza; me metí en la cama, sabiendo que no iba a pegar ojo en toda la noche e intenté encontrar alguna forma de dar respuestas a mis preguntas. Entonces recordé que no había avisado a Dave de lo ocurrido, ya que su número lo tenía grabado en la agenda de mi móvil, así que decidí ir a su casa inmediatamente.

Estaba amaneciendo cuando llegué a su casa y toqué el timbre de la puerta, nadie abrió, pero no me sorprendió, ya que en su llamada me dijo que iba de camino al hospital. Quizás aún se encontraba allí. Busqué la llave de la puerta para esperarle dentro, a él no le molestaría, entonces me percaté de que la cerradura estaba rota y la puerta se hallaba abierta. Entré cuidadosamente en el recibidor de la casa, los cajones del mueble de la entrada se encontraban abiertos y su contenido desparramado por el suelo, pude observar el marco vacío donde anteriormente se encontraba una foto de Dave con su hija y su exmujer. Avancé hacia el salón, igualmente todo estaba desordenado, continué por el pasillo para comprobar si quedaba alguien dentro, pero no había nadie; sólo los destrozos que dejaron a su paso.

Busqué el teléfono por todo el salón y cuando por fin lo encontré, me dispuse a llamar a todos los hospitales de la ciudad intentando localizar a Dave. Conseguí localizar el número de la habitación donde permanecía ingresada su hija y marqué el número.

Tirandodelascadenas © 2009

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